jueves, 7 de mayo de 2009

De cómo una hormiga se convirtió en reloj - "La persistencia de la memoria", Dalí ... Héctor Juanatey


Era tarde para que un señor coloreado por palabras de su jefe se rindiera. Sintiendo el pesar de los minutos veía como su tiempo se apagaba. “No hay tiempo, no hay tiempo”…repetía mientras corría tras de un conejo para adentrarse en el país de una joven y sus maravillas. Schlinder mientras tanto caía de su balcón. En la mesilla de noche el Señor Naranja encontraba escondidas las palabras de Anne Frank. Una nueva orden emergía salivada por la efigie de un traje negro y su acompañante. Entre los nuevos objetivos destacaba un rescate. Steve Buscemi necesitaba a campanilla.

El sol, enemigo del tiempo por la salida nocturna de la luna, quiso derretir aquellas negras hormigas. Aquel sol, solo aquel día sin moverse, observó quieto la estampa que su Salvador había creado. Salvador Dalí.

Al fondo, un iceberg metálico reflejaba la luz solar mientras temía que las hormigas lo alcanzasen. Las hormigas aún estaban quietas pero pronto obligarían a la vida a seguir con su lucha enfurecida contra la llegada de la muerte. Muerte que en aquel momento se quedaba también quieta. Esperando de nuevo el movimiento de las hormigas. Hormigas que ella había creado. Instrumento cuy fin era matar la vida. Tiempo que nunca jamás había cedido. Hormigas que pronto recuperarían su caminar.

Lejos de allí, alguien se declaraba entre olores nauseabundos. El tonto del pueblo acudía con nocturnidad a sus clases de solfeo particular en un chalet en las afueras. Respondieron no y a partir de entonces vuela arco y flecha en mano. Algún seminarista mentiría y le diría que quedó ciego de tanto masturbarse. Quedó condenado para siempre a la práctica onanista que todavía le prometía un resquicio de vida.

El señor rosa jamás vio a campanilla. Jamás consiguió sus polvos. El objetivo destacado comenzó a evaporarse. Ya nadie podría encontrar a aquel niño extraviado en Nevermore…Cerca, escribía Leopoldo María, cigarro en mano. Los colores se vieron atrapados por el sonido de miles de sirenas. Sin saber qué hacer, fueron a esconderse con Ulises.

Ítaca quedaba lejos hace tiempo.

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